El balneario de Cuntis Way
Pensé que no lo haría hasta llegar, por lo menos, a los 60 años. Es más, cuando fueron unas que yo me sé, me desternillé hasta la incontinencia urinaria, pero al final, y como siempre ocurre cuando escupo hacia arriba, yo también caí.
Diez minutos antes de que abriesen las puertas, hacíamos cola junto a esos despojos del IMSERSO a los que subvencionan para que no carguen a la Seguridad Social con sus cuitas: viejos enormes, viejas raquíticas, montoncitos de pellejos y otros artríticos por el estilo.
Nos recibió el dulce olor a huevos podridos y procedimos a la “procesión del jubilado”.
A remojo durante casi tres horas, entre jacuzzis, saunas de tantos tipos que ni en el Mercadona y chorros sodomizantes, para quedarte como quien estrena piel nueva.
Pero lo mejor de todo es la ducha comunitaria. No porque yo comparta la gerontofilia de cierta individua (confiésalo ñaja, el IMSERSO puebla tus fantasías) sino porque ante tanto pellejón caído, tanta arruga y tanto muslo varicoso, yo, desnuda era la reina del vestuario!! Lucí palmito de piel tersa y lisita (las tetas no se me caen porque no tiene adónde). Y sonará triste que me tenga que ir al balneario a recomponorme la autoestima , pero es lo que hay.
El mes que viene repito porque el estrés está acabando con mi espalda, mi estómago y las cuatro neuronas que sobreviven.
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on 05 avril 2006 at 19:31.
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Jajajaja, ir a la piscina de la universidad es algo parecido y regodearte cuando te echas la cremita ante la mirada envidiosa de las señoronas que sólo nadan braza no tiene precio. De vez en cuando hay alguna con un tipazo, sí, pero ya que una está ahí aprovecha y se deleita con la sensualidad de la toalla a la altura senoidal. Deberías venir, que además al salir de nadar dan unos chutes de adrenalina que flipas.
Cuando voy a la piscina, ni me fijo en las demás, me deleito conmigo misma delante del espejo.
Vaya! igual que Silik