Diario de una Cabrona

La semana pasada, inspirada por el nuevo peinado a lo Bebe de Sili[k] me animé a ir, por fin, a la peluquería. Odio las peluquerías. Me dan urticaria las peluqueras, las tijeras, los cubos dónde te meten la cabeza para lavártela, las cremas, los geles y toda esa mierda destinada a la estética capilar, sin mencionar la pila de Holas del año de la Guerra de Troya, que se amontonan en cualquier esquina, y las trascendentísimas conversaciones que adornan el todo.

Así que sólo voy un par de veces al año, que tampoco hace daño.
Esta vez, me dejé caer en una academia de estética (me di cuenta al ver a las empleadas, de que el nombre era puro márketing porque de aprender nada, y de estética, menos..) y me atendió la única peluquera bollo que existe en esta ciudad. Pinta de teniente repintado, más bestia que un bocata de hostias, no osé, yo lak_brona, chistarle nada, no fuera a ser que me trasquilara del todo (“vente aquí, ponte así, sienta allá”, si no hubiese sido por las tijeras que tenía en las manos me habría dado morbo y todo).
Y así fue como, tras varios tijeretazos aparentemente inspirados, y varias frases que en otro contexto me habrían sonado a gloria (“así, ¿te gusta?, mmm tienes otra cara, venga, déjame a mi...”) me vi a mi misma convertida en un Pumuki abertzale: pelo-casco con las puntas para arriba y flequillo kaleborroka. Si frunzo el ceño y digo cabreada “esakaraestakakatúa” doy el pego. A partir de ahora, a parte de cabrona, vasca ;)

This entry was posted on 14 mai 2006 at 19:35. You can skip to the end and leave a response.